El problema de espiritualizar el problema.
En una ocasión le preguntaron a don José Delicado, siendo arzobispo de Valladolid, qué vela era mejor para evitar los nublados. Contestó que “si uno se encuentra en la calle bajo un nublado que puede descargar es preferible, si no quiere mojarse, llevar un paraguas y no una vela encendida”. Don José iniciaba con esta anécdota en 1980 una carta pastoral en la que reflexionaba sobre la relación entre la fe y el desarrollo científico y técnico. Traigo esta anécdota a colación porque espiritualizar los problemas que nos presenta la vida es una forma errónea de afrontarlos. En la vida afrontamos dificultades de distinta índole: crisis en el matrimonio, decisiones de los hijos que considero erróneas y que pienso que les van a causar dolor, una enfermedad, problemas laborales, la muerte de un ser querido, dificultades en la comunidad a la que pertenezco, problemas sociales o políticos… Hay veces que en ambientes católicos se entiende, por ejemplo, la enfermedad como una prueba
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