Un día es como mil años… (I)

¿Para quién puede ser una cosa así? ¿Para una persona en la cárcel? ¿Para quien va a encontrarse con la persona que ama? ¿Para el que aguarda la llegada de una información médica que puede ser una mala noticia? Si a las veinticuatro horas de un día le quitamos las famosas ocho horas que algunos dicen que hay que dormir, aunque sabemos que no todo el mundo necesita dormir lo mismo, nos quedan dieciséis. Dieciséis horas son novecientos sesenta minutos. Cincuenta y siete mil seiscientos segundos. ¿Cuántas cosas podemos hacer en ese tiempo? ¿Cuánto trabajo? ¿Cuánto cuidado a otras personas? ¿Cuánta reflexión? ¿Cuánto análisis del mundo en que vivimos? ¿Cuánto podemos escuchar a los demás? ¿Cuánto podemos servirles? Llega a casa de trabajar, en el descansillo saca las llaves, mientras lo hace y selecciona la de su casa, repasa brevemente en su cabeza los sinsabores de la jornada, hace una inspiración profunda y expira lentamente...