¿De verdad es para ponerse así?

    


Una de las situaciones que más desazón generan en cualquier relación humana, pero especialmente en el matrimonio, es aquella en la que percibimos que el otro reacciona de forma desproporcionada a un acontecimiento, una palabra, un gesto, que desde fuera nos parece irrelevante.

    Este es un suceso que nos deja descolocados. “¿De verdad es para ponerse así? No hay quien lo entienda, si no es para tanto” y otras frases por el estilo transmiten la idea de lo incomprensible que nos resulta la reacción del otro. Nos quedamos sorprendidos, sin comprender y preferimos estar un poco alejados de quien no podemos prever sus reacciones o nos parece que no se corresponden con la situación vivida. La consecuencia suele ser que aumenta la distancia en la pareja.

    Conocer por qué sucede esto nos ayudará a mejorar nuestras relaciones con los demás, de una forma especial en el matrimonio.

    Para explicarlo conviene partir del reconocimiento básico de que las personas, ante la misma situación, reaccionan de una forma diferente a la que reacciono yo. Si reaccionaran igual que lo hago yo, serían yo. Y, gracias a Dios, eso no pasa.

    Las personas tendemos a atribuir significados a las conductas de los demás. Esto nos permite tener una cierta sensación de control, gracias a que parece que comprendemos por qué hace tal o cual cosa y así podemos anticipar reacciones, ajustar nuestras acciones… (Otorgar significados a sucesos vitales es una cualidad humana que influye en nuestro comportamiento mucho más de lo que pensamos)

    Otorgamos significados en función de nuestra experiencia, nuestra educación, los mensajes que hemos recibido, el concepto que tenemos de nosotros mismos, nuestra inteligencia… Cuando un suceso evoca de forma muy frecuente un significado muy personalizado, se convierte en un símbolo. Es decir, ese hecho significa mucho más que el hecho en sí y se convierte en la representación de algo valioso e importante para uno mismo: amor, rechazo, libertad, desprecio…

    De ahí que cada vez que aparezca ese hecho, la reacción es exagerada, porque no responde al hecho en sí, si no al significado que esa persona le atribuye.

    Por ejemplo, cuando alguien reacciona fuertemente enfadado, porque el otro ha tomado una decisión sin consultarle, puede que atribuya a ese hecho el significado de no ser tenido en cuenta, y su reacción sea desproporcionada respecto al hecho en sí y a sus consecuencias, aunque la falta de consulta haya sido por falta de tiempo.

    Uno de los elementos que más influye a la hora de otorgar significados a las conductas de otros es nuestra propia experiencia en las relaciones interpersonales y cómo traducimos las conductas de los demás en términos de aprecio.

    Los significados simbólicos más frecuentes tienen que ver con dos aspectos. Por un lado, el interés o desinterés que percibo que el otro tiene por mí y que oscila entre el afecto, el amor, el ser tenido en cuenta, en un polo y la falta de comprensión, la desconsideración o el rechazo en el otro polo. Por otro lado, el respeto que oscila entre la admiración en un polo y el desprecio en el polo opuesto.

    Hay ocasiones en la vida de una persona en la que determinadas experiencias interpersonales dejan una huella que la hace especialmente vulnerable a mensajes que para ella tienen ese significado simbólico. Incluso en matrimonios en los que los cónyuges se sienten queridos, pueden ser sensibles a mensajes con este significado simbólico.

    Manejar este tipo de situaciones supone, en primer lugar, que uno mismo analice su reacción y compruebe si responde al hecho acontecido o a la interpretación que yo hago del mismo. Y el segundo consiste en transmitirle al otro el motivo profundo de nuestra reacción. Por parte de la pareja, se trata de comprender los significados que el otro atribuye a las distintas situaciones y conductas para aprender a sobrellevar esas reacciones y que no generen una distancia insalvable en la pareja.

Publicado originalmente en Iglesia en Valladolid en febrero de 2020.

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