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Mostrando las entradas etiquetadas como perdón

“Perdóname, por quererte igual que antes”

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     La frase forma parte de una canción de Amaral titulada “ Perdóname ”. (En realidad, la frase no es así, textualmente dice “discúlpame por quererte igual que antes”, pero me voy a permitir el atrevimiento de sustituir ese “discúlpame” por un más contundente “perdóname” sin traicionar el espíritu de la canción).      La canción expresa el arrepentimiento de una persona por los errores cometidos en una relación que se deteriora. Algunas pueden sonar reconocibles: “perdóname por todos mis errores, por mis mil contradicciones”. La mayoría de las personas podemos reconocer errores que hemos cometido en nuestras relaciones. Esto no es especialmente novedoso, aunque es muy saludable.      Lo que resulta verdaderamente original es expresar arrepentimiento porque el amor sea igual que al principio. Esto encierra una carga de profundidad que vamos a intentar desentrañar.      Está muy asumido socialmente que el amor se vive en una tr...

¡Viva el sentimiento de culpa!

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     Sin duda. Sin ambigüedades. Sin matices. El sentimiento de culpa es necesario. Imprescindible, diría yo, para quien quiera llevar una vida honrada. No deja de ser curioso que en una época como la nuestra en la que se exaltan los sentimientos e incluso se anima a dejarse llevar por ellos, al sentimiento de culpa se le denigra.      Hay quien lo explica diciendo que sentirse culpable es una sensación desagradable y que rechazamos las sensaciones desagradables. Pero la fiebre también lo es o el dolor físico. Y ambos son imprescindibles porque nos avisan de que algo no va bien. Lo mismo hace el sentimiento de culpa. Puede hacerlo incluso sin analizar minuciosamente los hechos que uno ha cometido. O puede hacerlo de forma inconsciente, sutil. O a partir de la contemplación del sufrimiento que se ha generado o del que se podría haber evitado si uno hubiese actuado de otra forma.       Una vez que experimentamos esta primera reacción de ma...

¡Cuánta gente habita en mí!

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     He metido la pata. Por mi culpa algo ha ido mal. He perdido los papeles en una situación. No he mostrado apoyo cuando el otro lo necesitaba. Le he ignorado o menospreciado.      Automáticamente aparece mi abogado defensor interior y me dice: “Hombre, Diego, tenías toda la razón para haber actuado así, es que hay que ver cómo se ha puesto, es que no te ha quedado otra salida, a ver si así se da cuenta que estás hasta arriba, es que no te hace caso…”       A mi abogado interior no le interesa demasiado la verdad, sino salvar mi imagen y evitar que me condene a mí mismo. Suele retorcer los hechos para justificar mi comportamiento y convencerme de que no he hecho nada malo.      A veces, mi abogado se va de vacaciones y en su relato aparecen algunas grietas… Voy al cuarto de baño, me miro al espejo y pienso, “hombre, es verdad que lo que el otro hizo estuvo mal, pero, tú, Diego, te has pasado tres pueblos. Lo que tú hicis...

Falsas razones para perdonar

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     ¿Para qué perdonar? ¿Qué sentido tiene? ¿Qué pretendo conseguir cuando perdono? Falsas razones para perdonar hacen que el perdón que se otorga en algunas situaciones no sea auténtico.      Una de ellas sucede cuando el perdón viene motivado porque el ofendido confía en la posibilidad de que el ofensor cambie gracias al perdón que ha recibido. Es algo así como que el rencor por la ofensa recibida permaneciese archivado, como una especie de expediente pendiente de resolución, y en función de cómo transcurra la conducta y el comportamiento del acusado, se termina de resolver de modo favorable al ofensor si no vuelve a cometer la ofensa, o se le agrava la pena pendiente en caso de que vuelva a herir. Este tipo de perdón confía demasiado en sí mismo y suele convertirse en frustración cuando no logra el objetivo de que el otro se convierta y cambie. Esa frustración se traduce en un aumento exponencial del resentimiento. El perdón verdadero es incondicional. ...

El amor convive con la imperfección

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       Es una experiencia común. No amamos a nuestro cónyuge, a nuestros hijos, a nuestros hermanos o padres porque sean perfectos. Les amamos, aunque no son perfectos. La intimidad de la relación familiar hace que los defectos del otro sean difíciles de esconder. Y a veces esos defectos (que pueden sacarnos de nuestras casillas) nos llevan a dudar de su amor. Pero que su amor sea imperfecto, no quiere decir que sea falso.      Es fácil de ver si nos miramos a nosotros mismos. Cuando me examino por dentro, me doy cuenta de que mi amor por los miembros de mi familia está lleno de fallos, traiciones e ingratitudes, en mayor o menor escala.           Y entonces nos surge la pregunta ¿tenemos que aceptar todos los fallos de aquellos a quienes amamos? Es claro que los padres tenemos el deber de educar a nuestros hijos e intentar corregir sus fallos. Pero en las relaciones con nuestro cónyuge, con nuestros padres o hermanos… ¿qu...

Perdonar y reconciliarse ¿es lo mismo?

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  El perdón consiste en decidir no guardar rencor por el daño recibido. Algo así como “romper la factura que me debes”. Es un acto gratuito que no debe hacerse con ningún otro objetivo que no sea el de devolver al otro la dignidad perdida en la ofensa que cometió contra mi. Ni siquiera debe aplicarse con el objetivo de conseguir el perfeccionamiento moral del ofensor al verse perdonado. Hay ocasiones en que se perdona a alguien para ver si “aprende y se da cuenta”, y esto puede que suceda, pero no debe ser el objetivo del perdón, porque entonces sería un perdón condicionado: “te perdono para que…” Como explica Jean Laffitte en su libro El perdón transfigurado, “el perdón no sustituye la deuda de la ofensa por la deuda de un perdón, que convertiría al ofensor en deudor por segunda vez. El perdón le restablece en su dignidad y un don así no puede hacerse sin amor”. Es un regalo gratuito que no nace de una reacción instintiva, sino que es un acto eminentemente creativo. Ese acto de am...

No se te olvide, perdonar no es olvidar.

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  Una de las cosas que debemos aprender en la vida es pedir perdón y perdonar. Pero es de las cosas que peor “enseñamos”, tanto en la familia, como en la escuela o la parroquia. Lo enseñamos mal porque lo vivimos mal y porque hemos pensado poco en ello. Con frecuencia tenemos una concepción errónea del perdón y eso hace que, a la hora de llevarlo a la práctica, nos encontremos con serias dificultades. A veces es más sencillo comprender algo si empezamos por comprender lo que no es. Hagamos esa aproximación con el perdón. Perdonar no es olvidar. Para perdonar hace falta recordar. Si no se recuerda la ofensa, ¿cómo perdonarla? Una persona con amnesia (un enfermo de Alzheimer, por ejemplo) que no recuerda las ofensas recibidas, no tiene necesidad de perdonarlas. Son las personas que recuerdan las que necesitan perdonar. Por lo tanto, para que se produzca el perdón, es necesario recordar la ofensa. ¿Qué pasa con entonces con la ofensa cuando se produce el perdón? Que no siempre se olvi...