Algunas formas más de acrecentar la fidelidad

    


En un artículo pasado señalaba algunas formas de hacer crecer la fidelidad en el matrimonio para que nuestra vida sea más feliz. Van aquí algunas formas más.

    - Afianza la lealtad con tu pareja: “me encuentro entre la espada y la pared” se suele decir cuando uno de los cónyuges se ve en medio de un conflicto entre su familia de origen y su pareja. Si uno tiene esta sensación es que está mal situado. Nuestro lugar es junto a nuestra pareja. Cuando somos niños, nuestros padres conocen prácticamente todo lo que hacemos, decimos, pensamos… A partir de la adolescencia comenzamos a dotarnos de una intimidad y una privacidad respecto de nuestros padres (no siempre bien comprendida) que nos permite establecer nuevas alianzas y lealtades. Si no hemos realizado bien esta tarea, las decisiones de nuestra vida siguen estando en manos de otras personas (mi madre, mi padre, mi hermana…) en vez de en manos de nuestra pareja. Y eso hace muy difícil establecer una nueva alianza, una nueva lealtad. Preocúpate de comentar con tu mujer la relación con tu familia de origen, no compartas con tu familia de origen aspectos íntimos de tu vida conyugal, apuesta por tomar las decisiones con el otro, no con tu madre o tu hermano, no toleres las críticas a tu pareja por parte de tu familia de origen. Mantén el vínculo con tu familia, pero la alianza con tu pareja.

    - Apoya al otro en sus momentos difíciles: la vida nos proporciona buenos y malos momentos: la enfermedad o la muerte de alguien querido, la enfermedad propia, problemas laborales o de relación con los hijos… Es importante mostrar un apoyo activo al otro en esos momentos. Si vivimos las dificultades que afectan a nuestra pareja con frialdad, sumamos un sufrimiento innecesario al sufrimiento que ya está viviendo. Sé cuidadoso con el otro cuando lo esté pasando mal. No desertes en los momentos difíciles. Sé su hombro en el que llorar, el brazo en el que apoyarse, la persona en la que desahogarse.

    - Expresa lo que te atrae físicamente del otro: hay veces en que nuestra pareja ha disminuido su atractivo físico a consecuencia de la edad, ha engordado unos kilos, ha perdido pelo… No es raro que uno de los dos critique al otro su dejadez física, con el deseo de que la crítica funcione como un acicate para que se cuide. Eso nunca funciona, porque la falta de aprecio que experimenta el criticado le llevan a no sentirse querido en su integridad y le resta ánimo y motivación para realizar los cambios que desee. Prueba a mostrar qué partes del otro te atraen, no dejes de expresarle que, por encima de las cosas que crees que debe cambiar, te sigue atrayendo.

    - Respeta al otro: no seas cínico o despectivo con sus planes “¿tú que vas a aprender inglés si no das una con el español?”. Reconoce en tu cabeza y en tu corazón la valía de tu pareja, las cosas que hace bien, embárcate con el otro en la tarea de que sus cualidades crezcan.

    - Sé servicial. Si no te sale, sé justo: colabora en las tareas domésticas con alegría, haz pequeñas tareas que sabes que son gravosas para el otro, comparte las decisiones familiares con relación a la educación de los hijos, la economía doméstica, etc. Esto fortalece los lazos y refuerza las alianzas si esas decisiones no funcionan bien o hay que revisarlas.

    - Sé generoso: no busques en primer lugar tu comodidad. Muéstrate dispuesto a ceder de vez en cuando y acepta que el otro ceda en otras ocasiones. No trates de imponer permanentemente tus decisiones.

    - Cumple tus promesas: si dijiste al otro que pasaríais unos días de vacaciones con sus padres, hazlo. Si te comprometiste a acompañarle a esa obra de teatro, vete con él. Respetar nuestros compromisos nos convierte en personas fiables para el otro y nos une más a él.

Publicado originalmente en Iglesia en Valladolid en noviembre de 2019.

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