El camino que va desde la desconfianza a la confianza
Una persona fue engañada por alguien a quien quería. Nunca pensó que algo así fuera a suceder. Aquello puso su vida patas arriba. Después de un tiempo, comenzó a levantarse. Salió muy dolida de esa situación. La ira inicial dio paso a una tristeza profunda. La tristeza fue cediendo, pero quedó una desconfianza hacia las personas que parecía inamovible. “No se puede confiar en nadie”, repetía. Con el tiempo se dio cuenta de que esa desconfianza permanente era un blindaje que había previsto para que no recibir daño desde fuera, pero, al tiempo, dificultaba que el amor brotara desde dentro y generaba una distancia permanente con otras personas, aunque no tuvieran nada que ver con aquella que tanto daño le hizo. La desconfianza se convirtió en una fortaleza en la que se metió para no ser herida de nuevo, y de la que no veía forma de salir. Por un lado, deseaba cambiar aquello, deseaba volver a confiar en alguien, volver a abrirse y...