Tragicomedia de los Aglutinassi y los Desapegatto (I)


Son dos familias muy diferentes, que no es que se lleven mal como los Capuleto y los Montesco de Romeo y Julieta, sino que son radicalmente distintas.

Los Aglutinassi son una familia unida, siempre lo han sido. Pasan mucho tiempo juntos. Se reúnen todos los domingos a comer y quedan alguna vez más entre semana. Tienen sus propios rituales, muy marcados. Siempre han celebrado las cosas de la misma manera y les encanta no variar. Como alguien proponga una pequeña variación en la forma de celebrar la Nochebuena, inmediatamente todos se le echan encima. Lo pasan como enanos recordando momentos en común. Se cuentan todo unos a otros, los pequeños avatares de la vida y las grandes decisiones a las que se enfrentan. Se dan consejos mutuamente, aunque no se los pidan, pero es su forma de decir al otro que me importa, que le tengo en cuenta. Conocen el estado de ánimo de cada miembro. Cuando un Aglutinassi enferma, recibe el cuidado y la atención del resto de los miembros. El dolor de uno les duele a todos. Cuando un Aglutinassi tiene un problema el resto de la familia hace piña con él frente al mundo. Si el problema es con una persona, esa persona se convertirá en el objeto de la ira de todos y cada uno de sus miembros. Los Aglutinassi tienen un altísimo sentido de lealtad. Saben que tienen que contar unos con otros. Aunque también tienen sus conflictos y sus tensiones, éstas siempre se resuelven en el interior de la familia, sin llegar a trascender fuera. 

Los Desapegatto, por el contrario, pasan un poco unos de los otros. Están acostumbrados a sacarse las castañas del fuego cada uno a sí mismo. Es esa dinámica de ir cada uno a lo suyo. No es que no se quieran o se lleven mal entre ellos, solo que no son muy partidarios de estar todo el día juntos, ni de contarse las cosas que les pasan. Cada uno lleva su vida, se juntan en momentos muy puntuales, casi obligados por dinámicas sociales o culturales como las navidades y no dan demasiada importancia a cómo celebrarlo, lo hacen porque toca y punto. Si un Desapegatto enferma, los demás le desean que se recupere pronto, pero creen que es preferible no agobiarle con llamadas o visitas, dejarle tranquilo, en definitiva. Cuando un Desapegatto tiene un problema, no se lo suele contar a nadie, porque entiende que es su problema y que le toca a él lidiar con el problema. Por supuesto, se ahorran dar consejos al resto, porque no se los han pedido, de manera que cualquier consejo no pedido se considera una invasión intolerable de la propia autonomía. Además, como no se cuentan los problemas, tampoco tienen mucho consejo que dar. 

Lo verdaderamente divertido comienza cuando una Desapegatto, Julieta, y un Aglutinassi, Romeo, se enamoran y comienzan a salir juntos. Los inicios no son difíciles. Llevada por el enamoramiento inicial, y por cierto contraste con su propia experiencia familiar, a Julieta le hace gracia esa cosa tan familiar de Romeo. Romeo, por su parte, lleva con cierta gracia esa distancia emocional de los Desapegatto, que facilita la cercanía de la pareja con los Aglutinassi.

Pero claro, la relación va avanzando, deciden casarse y ahí las cosas empiezan a complicarse. Julieta, como buena Desapegatto, no soporta la mínima intromisión de nadie que no sea Romeo en las decisiones sobre cómo celebrarlo. Eso es interpretado por los Aglutinassi como un desprecio descomunal a toda la familia y presionan a Romeo para que haga que Julieta ceda y se deje aconsejar por los Aglutinassi respecto de detalles concretos de la boda. Romeo empieza a verse entre la espada y la pared. Tiene claro que quiere a Julieta, pero le pesa como una losa la lealtad a los Aglutinassi. Trata de hablar con ella, pero ella le empieza a ver falto de carácter respecto de su familia de origen. No sabe imponerse y eso, para un Desapegatto es de las peores cosas que te pueden pasar, porque están acostumbrados a sacarse las castañas del fuego.

Continuará

Publicado originalmente en Iglesia en Valladolid en marzo de 2024


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