La hucha de vuestro amor

 

    No sé si has tenido alguna hucha. Cuando yo era pequeño era muy habitual que te regalaran una en algún momento de la infancia. En mi caso no era un cerdito de arcilla, sino un pitufo esquiador. Aún lo conservo llena de monedas de peseta porque tenía la suerte de que no hacía falta romperla para vaciarla puesto que tenía un tapón en la base que te permitía sacar las monedas sin romperla. Así nunca se llenaba porque según ibas metiendo ibas sacando. Las pesetas las dejé dentro cuando llegó el euro y ahí se quedaron.
    Las huchas prototípicas eran las de un cerdito, hechas de arcilla. Aún se venden en ferias de artesanía y así.
Imagina una hucha de esas en la que cada vez que llevas a cabo alguna muestra de amor por tu pareja, metes una cantidad de dinero en esa hucha.
Hay veces que puedes hacer algo pequeño por el otro, darle un beso antes de salir de casa, por ejemplo. Y ese gesto es como meter una moneda de diez céntimos en la hucha. Como es poca cosa, no lo haces y te dejas los diez céntimos en el bolsillo.
Hay veces que puedes hacer algo un poco más grande por el otro, por ejemplo, preguntarle cómo le ha ido el día. Es como si metieras una moneda de dos euros. Eso ya no es poca cosa, pero tampoco te va a sacar de pobre, así que alguna vez lo haces y otras no.
Hay veces que te esfuerzas un poco más y decides acompañarle a una cita médica y es como si metieras un billete de veinte euros. Eso lo haces alguna vez más porque crees que eso sí merece la pena para ir llenando la hucha.
Y en lo que consideras un acto de amor heroico arreglas aquella cosa de la casa que llevaba estropeada un montón de tiempo y es como si metieras un billete de cincuenta euros.
Eso lo haces ocasionalmente, no vaya a ser que se llene demasiado la hucha y vaya a reventar.
En general tu valoración del asunto es que la hucha está llenándose, gracias a ti obviamente, y que cuando la rompáis va a estar repleta de amor.
Un día, por algún roce que habéis tenido, os sentáis a hablar de cómo os va. Ese momento es como si rompieseis la hucha y contarais el dinero que hay.
Para tu sorpresa, cuando tú le enseñas a tu pareja los escasos billetes de cincuenta euros y los un poco más abundantes billetes de veinte euros, tu pareja no les da ningún valor. Lo que tú creías que valía veinte euros (acompañarle a una cita médica) resulta que para el otro equivale a diez céntimos. Por el contrario, aquello que para ti era insignificante, ese beso tonto al despedirse o preguntarle cómo le ha ido el día que para ti tenía un valor de diez céntimos, resulta que para el otro equivale a veinte euros y te reprocha la escasez de ellos. Y tú, ahorrándotelos porque te parecían inútiles. Intentas convencer al otro para que dé valor a lo que tú has metido en la hucha, pero no hay forma, para el otro tiene poco valor.
La hucha que tú pensabas que estaba casi llena, para el otro está prácticamente vacía. Y te quedas anonadado. ¿Cómo es posible? La explicación no es muy compleja, nunca has escuchado a qué le da valor el otro, cuáles son sus preferencias, cómo le llega mejor el amor.
Ese roce y esta conversación son la ocasión para pararte a escuchar a qué cosas da valor el otro, con qué gestos se siente querido para que vayas aprendiendo a quererle como el otro necesita.
Y es que al final de todo, no se trata de querer al otro como me da la gana o como me sale más fácil. Se trata de querer al otro como necesita ser querido.


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