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En COPE Valladolid y Onda Cero Valladolid hablando de Navegando Juntos
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Transitar de la admiración pasiva a la activa
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Tengo un lingüista de cabecera, se llama Carlos. A veces, cuando escribo, le pregunto por el significado de una palabra o por su etimología. Y siempre aprendo algo con él. Como llevaba tiempo dando vueltas a este articulillo, le pregunté por el origen de la palabra admirar. Copio aquí su respuesta con dos pequeños añadidos míos para su mejor comprensión: “Admirar es un calco del latín. Primero está la preposición latina ad que se usa para construir los complementos locativos de destino. El complemento circunstancial de lugar hacia el que me dirijo. Ya solo nos dice que admirar es una disposición activa y tiene una finalidad, un destino o una vocación. La mística (contemplación) es acción. Mirar en castellano está claro lo que es, pero comparte étimo con milagro (miraculum), con maravilla (mirabilia). La raíz indoeuropea de la que vienen todas estas palabras se traduce por sorprender y reír. Y esto para la mística ya es algo precioso. El indoeuropeo es una reconstrucción, no h
¡Bendita paradoja!
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¿Los adolescentes son insoportables o encantadores? Este verano escuchaba a Jaume Funes, un auténtico sabio, hablando de cómo acompañar la adolescencia hoy. Me resultó interesantísimo. Hubo una expresión que me llamó la atención, me hizo pensar dándole vueltas durante todo el verano hasta parir esta pequeña reflexión que hoy les comparto. Comentó Funes refiriéndose a los adolescentes que eran encantadoramente insoportables. Automáticamente se produjo una risita de asentimiento entre el público, que se sintió identificado con esa expresión. Me llamó la atención tanto la expresión como el asentimiento del público. Los que hemos transitado por la adolescencia de nuestros hijos, hemos acompañado a padres de adolescentes o hemos trabajado con adolescentes, sabemos que a veces te dan ganas de estrangularlos, por ejemplo, cuando miras el desorden de su habitación, traen las notas del instituto o te dicen “ya voy” y no van. Otras veces te dan ganas de abrazarlos, como cuando responden co
Hablemos bien de la ira.
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L a ira tiene mala prensa. Seguramente es la emoción peor vista de todas. Culturalmente, rechazada. Educativamente, reprimida. Religiosamente, culpabilizada. Aunque el evangelio en más de una ocasión nos muestra a Jesús enfadado (“¿hasta cuándo os tendré que soportar?” les dice a los apóstoles en Mt, 17, 17). La ira se ha entendido mal y se ha tratado peor, normalmente por miedo a sus efectos. Si comprendemos que cada emoción nos habla de nosotros mismos la ira nos comunica que un bien es importante para nosotros. Además, nos proporciona la energía para luchar contra lo que ataca a ese bien. Lo razonable es que los bienes que consideramos atacados sean propios, de otras personas o colectivos. Si solo nos encolerizamos por cosas propias seguramente nos falta algo más de presencia de los otros en nuestra vida. Como decía, la ira nos proporciona la energía necesaria para defender el bien que vemos atacado. Nos mueve. (La otra emoción que mueve claramente hacia delante
¡¡¡Ya salió "Navegando juntos"!!!
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La asociación Encuentro y Solidaridad ha publicado este librito en el que he colaborado. Os dejo la presentación del libro. Está conformado por tres elementos. El primero es una historia de amor. La vida del matrimonio de Teresa y Antonio contada por la propia Teresa. Una vida como la de tantos, una vida cargada de amor, con sus grandezas y sus imperfecciones que hacen más real el amor. No queremos presentarla como un modelo a seguir ni como un ejemplo a imitar. Queremos presentarla como lo que es, una historia de amor que provoca asombro, suscita preguntas y promueve esperanza. El segundo elemento son algunas reflexiones de Diego. Algunas se han reflejado en los artículos que mensualmente se han ido publicando en la revista diocesana “Iglesia en Valladolid” en los últimos cinco años. Otras han sido adaptadas para esta edición. Son reflexiones que surgen de la observación de las relaciones familiares y tratan de profundizar en algún aspecto concreto de la vida del m
Una pelota que se aleja, un dedo al que agarrarse y un camino por recorrer.
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Es una pelota de tenis de esas amarillas. El niño, de unos dos años, juega con ella junto a sus padres mientras estos contemplan un espectáculo en la calle. La madre sostiene en brazos a su hija pequeña y el padre interactúa con el niño mientras mira de reojo el espectáculo. Cuando el niño le ofrece la pelota, la recoge y se la devuelve. El juego es sencillo. A veces, para complicarlo un poco más, el padre esconde las dos manos en su espalda, una de ellas con la pelota, la cambia de mano y enseña, ahora vacía, la mano que tenía la pelota. El niño primero se sorprende y después adivina que la pelota no ha desaparecido, así que señala la mano del padre que aún queda en la espalda e inmediatamente el padre la muestra la mano con la pelota. Entonces el niño estalla en una carcajada alegre al adivinar la travesura del padre. De vez en cuando el niño interrumpe el juego para observar el entorno. Si mira a su alrededor, contempla las rodillas de las personas que está