¡Viva el sentimiento de culpa!

    

Sin duda. Sin ambigüedades. Sin matices. El sentimiento de culpa es necesario. Imprescindible, diría yo, para quien quiera llevar una vida honrada. No deja de ser curioso que en una época como la nuestra en la que se exaltan los sentimientos e incluso se anima a dejarse llevar por ellos, al sentimiento de culpa se le denigra.

    Hay quien lo explica diciendo que sentirse culpable es una sensación desagradable y que rechazamos las sensaciones desagradables. Pero la fiebre también lo es o el dolor físico. Y ambos son imprescindibles porque nos avisan de que algo no va bien. Lo mismo hace el sentimiento de culpa. Puede hacerlo incluso sin analizar minuciosamente los hechos que uno ha cometido. O puede hacerlo de forma inconsciente, sutil. O a partir de la contemplación del sufrimiento que se ha generado o del que se podría haber evitado si uno hubiese actuado de otra forma. 

    Una vez que experimentamos esta primera reacción de malestar afectivo por un mal que hemos causado, es tarea nuestra ver qué hacemos ya que podemos recorrer dos caminos diferentes. 

    El primero consiste en analizar el hecho concreto que he cometido. Reconocerme a mí mismo el daño ocasionado. Mirar ese daño de frente, sin justificaciones ni coartadas. Pero también sin exageraciones ni imaginaciones.

    Puede que esto incremente el sentimiento de culpa, de forma que el malestar que antes era difuso y subyacente se vuelva agudo y plenamente consciente. La conciencia del mal hecho y la evidencia de que no se puede deshacer aumentan ese sentimiento desagradable. Duele el dolor causado.

    Si hacemos este ejercicio, el sentimiento de culpa será gasolina en la dirección de reparar, en la medida de lo posible, el mal causado. Bendita gasolina. No siempre se podrá reparar el mal, pero siempre se puede expresar el pesar por el daño del que somos responsables. Se produce entonces un primer efecto que es la posibilidad de una renovación de la relación que pase por el perdón y la reconciliación. 

    Además, se produce un segundo efecto, éste en el interior de uno mismo, que consiste en renovar el compromiso con la persona que quiero ser. Se reafirman las actitudes y comportamientos que deseo que guíen mi vida, frente a aquellos por los que me dejé arrastrar cuando cometí la ofensa. Esa renovación va acompañada de la aceptación y del respeto a uno mismo. A este proceso ayuda el hecho de no perder de vista el bien que sigue habiendo en mí, en medio del mal que he causado. 

    A veces, el malestar es tan intenso que continúa incluso después de haber dado estos pasos, pero eso no quiere decir que el camino se haya recorrido en vano, sino que todavía falta parte de camino por recorrer.

    El otro camino que se abre ante nosotros parte del mismo malestar afectivo. Pero en este caso, en vez de centrarme en el daño que he ocasionado al otro, pongo el foco en mí mismo y en las propias sensaciones desagradables que experimento, así como en mi propia imagen traicionada. Uno se acaba considerando mala persona, indigna. El sentimiento de culpa se ve desplazado entonces por la vergüenza de sí mismo que bloquea cualquier intento reparador, ya que uno no se considera digno de reparar nada. En vez de tratar de reparar o de expresar pesar por el mal causado, uno mismo se juzga, se condena y se aplica la pena en la forma que considere. El autocastigo sustituye aquí a la conducta reparadora, evitando de esta forma la posibilidad de aceptarse a uno mismo y la de rehacer los vínculos afectados por el daño. Las formas de autocastigo son variadas, desde hablarse mal a sí mismo, hacerse daño físico, evitar situaciones placenteras o realizar tareas desagradables. De esta manera, mediante el autocastigo se trata de compensar, tarea inútil por completo, el mal causado. Cuando esto pasa, hay que dar marcha atrás y comenzar el otro camino. A veces uno necesita ayuda para ello.

    Sin el malestar inicial que experimentamos, sin ese sentimiento de culpa tan denostado, ni un solo paso de este camino se hubiera recorrido. No se trata de acallarlo como sea para volver a estar bien, se trata de que nos ayude a transitar por el camino adecuado.

Publicado originalmente en Iglesia en Valladolid en octubre de 2022

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