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¡Bendita paradoja!

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 ¿Los adolescentes son insoportables o encantadores? Este verano escuchaba a Jaume Funes, un  auténtico sabio, hablando de cómo acompañar la adolescencia hoy. Me resultó interesantísimo. Hubo una expresión que me llamó la atención, me hizo pensar dándole vueltas durante todo el verano hasta parir esta pequeña reflexión que hoy les comparto. Comentó Funes refiriéndose a los adolescentes que eran encantadoramente insoportables. Automáticamente se produjo una risita de asentimiento entre el público, que se sintió identificado con esa expresión. Me llamó la atención tanto la expresión como el asentimiento del público. Los que hemos transitado por la adolescencia de nuestros hijos, hemos acompañado a padres de adolescentes o hemos trabajado con adolescentes, sabemos que a veces te dan ganas de estrangularlos, por ejemplo, cuando miras el desorden de su habitación, traen las notas del instituto o te dicen “ya voy” y no van. Otras veces te dan ganas de abrazarlos, como cuando responden co

Hablemos bien de la ira.

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       L a ira tiene mala prensa. Seguramente es la emoción peor vista de todas. Culturalmente, rechazada. Educativamente, reprimida. Religiosamente, culpabilizada. Aunque el evangelio en más de una ocasión nos muestra a Jesús enfadado (“¿hasta cuándo os tendré que soportar?” les dice a los apóstoles en Mt, 17, 17). La ira se ha entendido mal y se ha tratado peor, normalmente por miedo a sus efectos.      Si comprendemos que cada emoción nos habla de nosotros mismos la ira nos comunica que un bien es importante para nosotros. Además, nos proporciona la energía para luchar contra lo que ataca a ese bien. Lo razonable es que los bienes que consideramos atacados sean propios, de otras personas o colectivos. Si solo nos encolerizamos por cosas propias seguramente nos falta algo más de presencia de los otros en nuestra vida.      Como decía, la ira nos proporciona la energía necesaria para defender el bien que vemos atacado. Nos mueve. (La otra emoción que mueve claramente hacia delante

¡¡¡Ya salió "Navegando juntos"!!!

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     La asociación Encuentro y Solidaridad ha publicado este librito en el que he colaborado. Os dejo la presentación del libro.      Está conformado por tres elementos.      El primero es una historia de amor. La vida del matrimonio de Teresa y Antonio contada por la propia Teresa. Una vida como la de tantos, una vida cargada de amor, con sus grandezas y sus imperfecciones que hacen más real el amor. No queremos presentarla como un modelo a seguir ni como un ejemplo a imitar. Queremos presentarla como lo que es, una historia de amor que provoca asombro, suscita preguntas y promueve esperanza.      El segundo elemento son algunas reflexiones de Diego. Algunas se han reflejado en los artículos que mensualmente se han ido publicando en la revista diocesana “Iglesia en Valladolid” en los últimos cinco años. Otras han sido adaptadas para esta edición. Son reflexiones que surgen de la observación de las relaciones familiares y tratan de profundizar en algún aspecto concreto de la vida del m

Una pelota que se aleja, un dedo al que agarrarse y un camino por recorrer.

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     Es una pelota de tenis de esas amarillas. El niño, de unos dos años, juega con ella junto a sus padres mientras estos contemplan un espectáculo en la calle. La madre sostiene en brazos a su hija pequeña y el padre interactúa con el niño mientras mira de reojo el espectáculo. Cuando el niño le ofrece la pelota, la recoge y se la devuelve. El juego es sencillo. A veces, para complicarlo un poco más, el padre esconde las dos manos en su espalda, una de ellas con la pelota, la cambia de mano y enseña, ahora vacía, la mano que tenía la pelota. El niño primero se sorprende y después adivina que la pelota no ha desaparecido, así que señala la mano del padre que aún queda en la espalda e inmediatamente el padre la muestra la mano con la pelota.  Entonces el niño estalla en una carcajada alegre al adivinar la travesura del padre.                 De vez en cuando el niño interrumpe el juego para observar el entorno. Si mira a su alrededor, contempla las rodillas de las personas que está

Examinemos nuestra herencia… emocional.

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     Una de las cosas que nos suelen dejar nuestros padres en herencia es un estilo emocional, una manera de relacionarnos con las emociones. Siguiendo a John Gottman podemos describir cuatro estilos emocionales.       El primero de ellos sería el estilo directivo. Es aquella manera de situarse ante las emociones que las reconoce y las nombra como una primera manera de hacerse cargo de la emoción. Pero no se queda solo en eso, sino que además de reconocerla y validarla, ofrece una guía de comportamiento ante esa emoción al tiempo que le pone algún límite a su expresión. “Entiendo que estás enfadado, pero no puedes dar patadas a las cosas, cuando estés calmado hablamos de lo que ha pasado”. Este tipo de guía no siempre conduce directamente a una respuesta adecuada en el otro, pero al menos ofrece el modelo por el cual se le capacita para desarrollar formas de afrontar sus emociones y decidir cómo comportarse ante ellas. Las personas que se han criado en un ambiente en el que este estilo

El problema de espiritualizar el problema.

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       En una ocasión le preguntaron a don José Delicado, siendo arzobispo de Valladolid, qué vela era mejor para evitar los nublados. Contestó que “si uno se encuentra en la calle bajo un nublado que puede descargar es preferible, si no quiere mojarse, llevar un paraguas y no una vela encendida”. Don José iniciaba con esta anécdota en 1980 una carta pastoral en la que reflexionaba sobre la relación entre la fe y el desarrollo científico y técnico. Traigo esta anécdota a colación porque espiritualizar los problemas que nos presenta la vida es una forma errónea de afrontarlos.  En la vida afrontamos dificultades de distinta índole: crisis en el matrimonio, decisiones de los hijos que considero erróneas y que pienso que les van a causar dolor, una enfermedad, problemas laborales, la muerte de un ser querido, dificultades en la comunidad a la que pertenezco, problemas sociales o políticos… Hay veces que en ambientes católicos se entiende, por ejemplo, la enfermedad como una prueba

Tragicomedia de los Aglutinassi y los Desapegatto (y II)

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                   En el artículo anterior dejábamos a Romeo Aglutinassi y Julieta Desapegatto comenzando su conflicto en la preparación de su boda. Provienen de familias muy diferentes, los Aglutinassi son una familia superunida. Los Desapegatto van un poco cada uno a lo suyo. Julieta no soporta la mínima intromisión de nadie que no sea Romeo en las decisiones sobre cómo celebrar su matrimonio. Eso es interpretado por los Aglutinassi como un desprecio descomunal a toda la familia y presionan a Romeo para que haga que Julieta ceda y se deje aconsejar por los Aglutinassi respecto de detalles concretos de la boda. Romeo empieza a verse entre la espada y la pared. Quiere a Julieta, pero le pesa como una losa la lealtad a los Aglutinassi. Trata de hablar con ella, pero ella le ve falto de carácter respecto de su familia de origen. No sabe imponerse y eso, para un Desapegatto es de las peores cosas que te pueden pasar, porque están acostumbrados a sacarse las castañas del fuego.