Cuando la enfermedad visita a la pareja
El impacto de una enfermedad en una pareja trastoca de forma clara la síntesis entre intimidad y autonomía a la que una pareja o matrimonio ha llegado a lo largo de su recorrido vital.
Si pudieron hacer esa síntesis como pareja desarrollando las herramientas necesarias para conseguirla, es posible que en medio de la enfermedad puedan realizar los ajustes adecuados que la enfermedad requiere y que pueden ser cambiantes a lo largo de su evolución.
Para ello es imprescindible entender que la enfermedad no es incompatible con el amor. Que es posible el amor en medio de ella, no solo por parte del miembro sano, que se convierte la mayor parte de las veces en el cuidador principal, sino también por parte del enfermo, que no pierde su capacidad de entrega y de acogida.
Una de las tareas que ayudan a realizar esa síntesis entre intimidad y autonomía es la de abordar de forma realista las expectativas que cada uno de los miembros de la pareja tiene acerca del otro y cómo se ven afectadas por la enfermedad. Esto supone afrontar aspectos que a veces se ocultan por miedo a herir al otro. Muchas veces el cuidador principal niega sus propias necesidades, generando así una enorme angustia interior, ya que, al negar, esconder o reprimir las propias necesidades, éstas suelen aparecer en forma de desesperación, de ira o de tristeza. Esto provoca un fuerte sentimiento de culpa en el miembro sano y cuidador principal, que se avergüenza de tener esos sentimientos, puesto que el enfermo es el otro, apareciendo así las autoacusaciones y los reproches de egoísmo y de ruindad.
Pero si la pareja no llegó a realizar la síntesis entre intimidad y autonomía, si ese ajuste fue precario o inexistente, el impacto de la enfermedad en la pareja suele ser demoledor, puesto que es fácil que se agudicen las necesidades de intimidad en el miembro enfermo y las necesidades de autonomía en el sano, generando así una tensión creciente entre necesidades aparentemente opuestas, que parecen no poder ser satisfechas si no es la una a costa de la otra.
La historia de la pareja previa a la enfermedad es por tanto un elemento que influye mucho en la manera de afrontar la crisis que provoca la llegada de una enfermedad seria a la vida de una pareja. Si la historia previa es una historia rica en entrega y en escucha, en trabajo en común ante las dificultades, en búsqueda conjunta de soluciones a los problemas que se van presentando en la vida, es posible que esa dinámica se mantenga durante la enfermedad y pueda ayudar a manejarla.
Pero si en la historia de la pareja lo habitual es vivir los problemas individualmente, será difícil convertir lo que parece ser el problema de uno de los miembros, la enfermedad, en el problema de los dos. Vivir la enfermedad individualmente dificulta en extremo regular el impacto que tiene sobre la pareja y la posibilidad de ponerle algunos límites a la enfermedad.
También es verdad que a veces la enfermedad se convierte en una especie de mediadora que consigue una regulación y atenuación de conflictos previos que existen en la pareja y que quedan postergados por las necesidades de atención que requiere el tratamiento de la enfermedad. Pero a veces sucede lo contrario y los conflictos previos en la pareja se agudizan precisamente por las exigencias de la enfermedad.
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