¿En qué me ha hecho mejor ser padre?
Para escribir Un regreso, una patada, una luz, una urgencia, un espejo, una tensión, y otros regalos del Día del Padre. pregunté a unos cuantos padres qué había supuesto la paternidad para ellos, en qué les había hecho mejores. Quería reflejar algo más que mi propia experiencia en el artículo.
Recibidas las respuestas considero que merecen quedar recogidas en algún sitio por su riqueza, su honestidad y su alegría. Las dejo aquí conservando el anonimato.
Algunas son transcripciones de audios grabados en medio de las tareas del día, otras están enviadas a través de un mensaje de guasap y hay quien se ha sentado ante el PC para escribir. Todas son valiosas, creo. Sólo he eliminado algunos datos que permitían identificar fácilmente a las personas y he corregido las faltas de ortografía más evidentes, para no retocar nada de la expresividad que contienen.
A todos los que han aportado su experiencia, gracias.
Y a ti, lector, te invito a dejar tu experiencia en comentarios.
Padre 1
Ser padre te lleva, de forma natural, a que el objeto de tu atención esté fuera de ti mismo. Solo esto ya te mejora como persona, porque te vuelve menos egoísta, menos neurótico; minimiza la ansiedad, las obsesiones, los malos hábitos…
Por otra parte, ser padre te da una inesperada seguridad. Eres el refugio último de una persona nueva llena de vulnerabilidades, y esa responsabilidad te hace indestructible. No puedes fallar.
Ser padre mejora tu relación con todo tu entorno: con tus padres, a los que aprendes a comprender. Con tu pareja, a la que aprendes a admirar. Con tus amigos, a los que tienes cosas maravillosas que contar.
Ser padre te reabre espacios de felicidad que creías ya cerrados para siempre: los parques; las atracciones de los feriantes; los patios del colegio; los partidos de deporte escolar; los cumpleaños; la emoción del nuevo curso, de las vacaciones, de las navidades…
Espero que algo de esto te sirva. Un saludo.
Padre 2:
Para mi es claro. Mis hijos ahora pequeños tienen a flor de piel una carga genética mía tan fuerte que me hacen verme a mi. Cada cosa que dicen, cada impotencia y cada frustración son claramente las mismas que las mías. Si tengo más paciencia, más valentía, más persistencia para hacer las cosas es porque ellos me muestran eso. No les corrijo a ellos cuando les hablo, me corrijo a mí. Puedes poner mi nombre.
Padre 3:
El día más feliz de mi vida fue cuando nació mi primera hija.
Lo que sentí fue una reacción física, animal, biológica, estos son mis hijos, lo que yo he venido a hacer al mundo, un vínculo muy biológico. Conexión animal en el bonito sentido.
Reconocer y agradecer profundamente lo que mis padres han hecho por mí. Se ha trasladado a agradecer con más profundidad a otros.
Descubrir el mundo de los cuidados, la atención, el respeto, el juego sin tiempo, poner al otro en el centro de tus decisiones.
Descubrir afectos nuevos.
Urgió mucho “el mundo tiene que ser mejor”. Quiero que el mundo en que vivan mis hijos sea mejor. En las pequeñas cosas, la mejor manera de hacerlo en lo cotidiano es educar bien a mis hijos. Buenos ciudadanos, comprometidos, solidarios, compasivos.
He metido mucho la pata con ellos, enfado, borde, reñido. Cuando he pedido perdón descubrirme ante ellos y que eso me surgía por la necesidad de seguir queriéndoles pedir perdón te hace más, te trasciende, ponerte por encima de tus errores.
Salir de mi mismo, ponerles en el centro de mi vida, la prolonga, la proyecta, soy más. Más alto, más ancho, más profundo. Mi vida se prolonga en ellos.
Ha tomado formas distintas a medida que han crecido. Novias y novios, esta amplitud se prolonga más.
Me ha hecho más compasivo, más capaz de relativizar. Llegabas cansado y había que jugar, hacer deberes, dar un paseo, escucharles, lo que había molesto, pasaba a un segundo plano, poner a otros en el centro, descentrarme, tener músculo para poner en el centro a otras realidades, esto lo he podido hacer porque he puesto a mis hijos, me he entrenado con ello.
Como creyente: imagen de Dios Padre. Si yo he sido capaz de poner a mis hijos en el centro de mi vida, no me ha costado renunciar para buscar en ellos lo mejor.
Lo mejor que me ha pasado. Animo a ser padres, el efecto se va notando día a día, poco a poco, con el poder inmenso de lo cotidiano.
Padre 4:
En primer lugar me ha ayudado a formar una identidad. La identidad no solo te la dan tus padres, sino también tus hijos. Ser padre es algo que te modela como individuo. Es decir, no solo eres el sujeto paciente de la historia -de los genes, de la Cultura- sino también el agente. Cuando tu hijo te dice: eres así, eso se incorpora a tu visión de ti mismo. Por eso la ausencia de hijos o la muerte de los mismos te dejan perdido en un mundo en el que puedes hacer lo que sea, pero donde no quieres hacer nada. Porque no sabes bien quien eres ni, como consecuencia, cual es tu misión. Lo bueno de ser padre es que la respuesta no nace de ti sino que viene a ti. No va de lo que quieras ser sino de lo que estás llamado a ser. No es una ponderación entre alternativas: no se crea, se recibe.
Eso en el plano más profundo. En el plano más práctico, ayuda a madurar. Y madurar es ser consciente de que hay cosas más importantes que tu. Es decir, ayuda a ser humilde, a quitarte del foco, a hacer el bien a cambio de nada, a evitar el egocentrismo y la soberbia. No hablo solo de responsabilidad, es decir, de anteponer los intereses de tu hijo a los tuyos, sino de fin último: ser padre es aceptar que tu corazón late fuera de tu cuerpo.
Coda: Cuando me preguntan sobre cosas de mi mismo antes de mi hija no me acuerdo bien, lo veo desde fuera. Pero no por el paso del tiempo, sino por despersonalización. Tengo la sensación de haber nacido de nuevo ese día.
Padre 5:
En que me ha hecho mejor ser padre, buena pregunta...
Lo primero que se me pasa por la cabeza sería decir lo típico... para ser menos egoísta, aprender a compartir la vida, dar la vida por otros... en resumen a ser altruista sin límite.
Pero creo que no es del todo así, al menos no en mi caso. Es verdad que aprendes cosas, no se si es ser mejor o simplemente crecer, y no estoy del todo seguro de que esas cosas no las hubiera aprendido de todas formas de no ser padre (pero probablemente, si las hubiese aprendido, hubiera sido de otro modo).
En fin, creo que ser padre me ha obligado a hacer cosas que a priori podrían definirse como ser mejor, pero el hecho de que hayan llegado como un vendaval (que te obliga a reaccionar), podría quitar un poco de mérito a todo.
Respondiendo a la pregunta sin otros rodeos, pues creo que ser padre me ha ayudado a:
pensar más en los demás (no solo mis hijos) ayudarme a estar en segundo plano sin sufrirlo (al principio sí sufría) y nunca lo he conseguido al 100%, pero creo haber mejorado esa faceta.
Ser un poco más generoso,
Todas esas cosas están muy bien si se dicen solas, y es verdad que son cambios a mejor debidos principalmente al hecho de ser padre, aunque siempre busco la gratitud de los hijos detrás de esa generosidad y esa no siempre llega como querríamos, por lo que en ocasiones crea una cierta frustración... pero eso sería la respuesta a otra pregunta.
Padre 6:
¿En qué me ha hecho mejor ser padre?
He escrito y reescrito cuarenta veces lo que te quería decir y a cada cual ha sido más tocho y no por ello estas líneas van a dejar de ser uno más, pero es que al final, siempre he llegado a la misma conclusión y es que al menos en mi caso la pregunta está mal formulada. Y te digo esto porque para ser mejor primero hay que ser bueno y no es falsa modestia, no me tengo por tal.
Te podría decir que tuve un abuelo paterno excepcional, un padre increíble y un hermano superlativo y todo eso no me sirvió ni para llegarles a la altura del zapato. Dicho lo cual el retoño creo que tiene potencial para estar, sino a su nivel, bastante cerca.
Y en eso puede que si me haya hecho “mejor” pues creo que siempre estuve ahí para ayudarle a él a superarse o a sacar lo mejor de él. No tiene mucho mérito tampoco porque con uno solo pues ya me dirás… y luego está la madre, que también habrá puesto de lo suyo.
Pero sí estuve ahí para cogerle en mis manos en el paritorio, para llevarle al médico a la hora del día o, a veces, de la noche que fuera, para llevarle a la guardería la mayoría de los días y recogerle prácticamente todos, siempre acompañarle al cole y hasta que me dejó el ir a buscarle, chuparme todos los entrenamientos y partidos y torneos y partidos y entrenamientos del mundo… y animarle y empujarle y alentarle y alabarle… pero también enfadarme, y reñirle y castigarle (muy poco esa es la verdad) y reprocharle y enmendarle cuando así creí que la ocasión lo merecía.
Cuando jugaba al fútbol en categoría benjamín, nos llevábamos muy bien con los entrenadores y un día hablando con uno pues le dejamos caer que ya empezaba a superar esa etapa en que mis padres lo saben todo, lo pueden todo, lo consiguen todo y comenzaba a cuestionar cosas, a responder y en definitiva a forjar su personalidad y que quizás, en ese momento, no lo llevábamos también, el chiquitín comenzaba a dejar de serlo. Sin decirnos nada al acabar el partido que fuera el entrenador se le llevó al banquillo y tuvo con él unas palabras. Le veíamos llevarse la mano a la boca como aguantando la risa. Cuando terminaron, el niño se dirigió al vestuario saltando y dando cabriolas y el entrenador vino hacia donde estábamos su madre y yo. Nos contó que le había dicho al niño, que en casa había que portarse bien y no contestar y hacer las tareas porque sus padres estaban renunciando a muchas cosas por acompañarle en los partidos, en los viajes, en los entrenamientos (me río yo ahora de la cantidad de partidos que tienen los profesionales, nenazas)… que seguro que tu padre por ejemplo deja de hacer muchas cosas por estar aquí contigo. A ver dime por ejemplo qué cosas deja de hacer tu padre por venir a verte, qué aficiones no puede realizar por estar aquí pasando frío para vernos a nosotros. Y ni corto ni perezoso le soltó: si, claro, mi padre estaría en casa planchando, fregando, haciéndome la comida… y ha dejado de hacer todo eso para venir a verme… en fin.
A lo que voy es que el ser padre, instintivamente, me ha enseñado a dar más amor, un amor incondicional. A hacer cosas por otro que a lo mejor en otro momento de tu vida no te habías planteado. Siempre lo he dicho, que ahí te veas, pero que yo daría la vida por mi hijo. Eso que no le quepa duda a nadie. Pero pienso que eso lo haría cualquier padre, que no tiene ningún mérito. Que sí, que a tu santa la quieres mucho, que es la que te aguanta todos los días, te limpia los calzoncillos y te hace la comida (no es mi caso ninguno de estos dos), que la quieres mucho, que es tu compañera de vida… pero no es tu hijo. Y al revés estoy seguro que pasaría con ella sino más. Ella fijo que daría dos vidas por su hijo.
Resumiendo para no hacerlo más bola aún y quitarme este marrón que de primeras de veras no lo parecía tanto, para nada, de verdad… creo que nada superará en esta vida la experiencia de ser padre, que es una locura pero a veces, no siempre, envidio a mi primo que tiene once churumbeles (ese sí que es un superman), que lo daría todo por él. Que nada hay mejor en el mundo que cuando de peques te vienen y te dicen que te quieren mucho y te dan un achuchón, que entonces me le podía comer, no ahora que es un ternasco y ya se va poniendo duro y que quien no quiera ser padre en esta vida no sabe lo que se pierde porque no hay nada mejor.
Pd. Perdona que me haya ido por los cerros de Úbeda pero es que yo soy muy malo para evaluarme y de donde no hay poco se puede sacar.
Padre 7:
A lo largo nuestra existencia estamos en permanente cambio, en constante proceso de aprendizaje y adaptación a las circunstancias. Así, en mayor o menor medida, lo queramos o no, somos seres zarandeados por el entorno y movidos por nuestras decisiones. Hasta que llega la revolución, el orden y el caos al mismo tiempo, el ser más poderoso en nuestras vidas desde el momento que aparece, el hijo, la hija. A partir de ese día toda nuestra vida, nuestras decisiones y nuestro entorno pasan a estar mediatizados por esa persona, con la que redescubrimos el mundo y las leyes que lo manejan.
Las prioridades cambian, las expectativas, los miedos, los sueños, las rutinas, TODO CAMBIA, no quiere decir que desaparezca lo anterior, más bien aprendes a doblegar ciertas creencias, incluidas las leyes del espacio y del tiempo para llegar donde antes no lo hacías, y a hacer desaparecer aspectos de tu vida que creías inmutables. Y cada cual lo vive de una manera.
Para mí, mi hija, y después su hermano, son mi antiestrés desde que los sentí, un vínculo de confianza y cariño irrompible, infinito y absolutamente íntimo. Y eso, que como todos los padres sabemos, surgen nuevos miedos y nuevas inseguridades, pero afortunadamente también aparecen nuevas fuerzas, nuevas certezas que nos ayudan con la que sin duda es la mayor aventura que se puede realizar, una en la que somos educadores, protectores, proveedores, pero sobre todo modelos, acompañantes y testigos de cómo crecen nuestros hijos. Siempre de manera conjunta, la familia como un equipo, sea de las características que sea, transmitimos y compartimos conocimientos, creencias, silencios, dudas, cicatrices, descubrimientos, y mucho más, mimetizándonos dentro del equipo y con sus circunstancias, sean mejores o peores, sea un equipo más o menos unido.
Aunque hablo en singular, debería hablar en plural, pues existe una enorme diferencia entre criar en solitario, o en contraposición, a hacerlo de manera conjunta y apoyándose mutuamente, afortunadamente he podido y puedo contar con una compañera magnífica para esta aventura.
A lo largo de nuestra vida creo que tenemos permanentes sucesos que nos guían y acontecimientos que se convierten en puntos de inflexión, momentos que nos marcan y nos modifican la dirección, nos cambian la visión del mundo, y en ocasiones nos rompen. Sin duda el nacimiento de un hijo nos transforma. En mí, fortaleció el valor de lo afectivo y experiencial frente a lo material, y me ayudó a relativizar las convenciones sociales y laborales. Aunque sobre todo han sido y son elementos transformadores de mi visión del mundo cada día, comparten su curiosidad y sus sueños, agradecen el apoyo a la vez que exigen autonomía, me descubren prejuicios que desconocía, me señalan objetivos imposibles, en definitiva, sacuden y cuestionan con sus palabras, y con sus hechos, aquello que puede mejorarse; su padre, por ejemplo.
Y se lo agradezco de manera absoluta, porque rebelarse contra lo establecido, aprender desde la curiosidad y ser capaz de afrontar los desafíos con entereza y valor es casi una obligación para quienes nos continúan, y la única manera de aportar, avanzar y mejorar.
Así puedo afirmar que ser padre ha cambiado hábitos, creencias e incluso aspectos de mi personalidad. Por ejemplo, ser padre me ha convertido en alguien más paciente, con mayor capacidad de escucha, y más dispuesto a cambiar mi opinión. Diría que también más prudente, menos impulsivo, y más afectuoso. Todas las rutinas y hábitos cambiaron, los horarios, las relaciones sociales de guardería y colegios, se redefine la relación de pareja y con el resto de familia extensa, fundamentalmente porque incluir a los hijos y atenderlos como quieres exigen muchos cambios, ni buenos ni malos, simplemente adaptados a sus necesidades y las de la familia, y cuando se cubren las necesidades y cumplen las expectativas supone una enorme satisfacción.
Escribo esto y no dejo de acordarme de tres autores casi antagónicos, uno Khalil Gibran y su poesía del Profeta “Qué son los hijos”, el otro El último de la Fila y su canción “Insurrección” y por último el grupo Izal y su canción “Pequeña gran Revolución”. Supongo que el nexo de las primeras es la metáfora de las flechas, en el caso de Gibran son los hijos, en el caso del Último es la incertidumbre y supongo que uno Insurrección con Revolución de la letra de Izal. Me gusta pensar que ser padre, me ha convertido en un arquero que acepta la incertidumbre mientras alienta insurrecciones y revoluciones.
Con cariño para mis hijos.
Padre 8:
Crecer en la vulnerabilidad:
Cuando te educan en una crianza paternalista, la experiencia dice que repetimos los mismos patrones al convertirnos en padres; es mi caso. Sin darte cuenta, suplantas labores o tareas que tienen tus hijos propias de su edad.
Pero cuando la enfermedad y la limitación llegan a tu vida, esos hijos, a los que no has suministrado las herramientas necesarias (crees que eres el único que educa a tu hijo), te sorprenden y realizan tareas propias de su edad: cocinar, cuidarte, saltar al mercado laboral, montar una empresa, auto cuidarse, etc.
Es la experiencia de este último año que he tenido que estar de baja. ¿En qué he crecido? En confiar en los que me acompañan en la vida, en que las cosas van a salir adelante, a pesar de uno mismo. En la vulnerabilidad aceptada crecemos todos, aprendemos todos, cada uno desde el lugar que le toca vivirla.
Hermano, ahí va esta pequeña y parcial aportación.
Puedes reproducir las palabras que creas conveniente.
Un fuerte abrazo!!!
A. S. R.
Padre 9:
¿En qué me ha hecho ser mejor ser padre? La respuesta a esta pregunta no es fácil de contestar. En primer lugar yo contestaría: ¿Qué ha representado ser padre? Para mí, ante todo ha representado un gran regalo que me ha ofrecido la vida. Puedo decir que mi vida no hubiera sido lo mismo, sino hubiera sido padre.
En el nacimiento de los hijos se percibe un ensanchamiento de tu ser. Mi vida está plenamente implicada en lo sucesivo. Seré más o menos buen padre, pero nunca podré dejar de ser padre. El intentar ser buen padre en todo el proceso de la educación conlleva una responsabilidad gozosa, y, a la vez, no es una responsabilidad exclusiva personal. Una responsabilidad plenamente compartida con tu pareja, con los educadores, con la sociedad.
Pero nuestros hijos dejan de ser niños. Toman sus decisiones y emprenden sus caminos. Tienen la suerte de ser autónomos e independientes. Aunque nunca dejan de ser tus hijos y ellos no pueden sustraerse al hecho de que siempre serán hijos. Llevarán en su mochila, sean conscientes o no, todo el bagaje transmitido. Su concepción de la vida y lo que es más importante lo que da sentido a la vida tiene que ver, en mayor o menor grado, la influencia que han tenido de sus padres. El tipo de relación es una relación de adultos, pero que nunca se pierde el interés por la vida que lleva cada uno, incluso en los más pequeños detalles.
No cabe duda de que la relación de padres e hijos comporta un enriquecimiento recíproco. Y los padres llegan a ser mayores. En el horizonte más o menos lejano se abre la posibilidad de que estos padres se deterioren, pierdan facultades, tengan enfermedades, dependencias, situaciones difíciles de afrontar. Ante esta situación me hace recordar lo que decía mi mujer cuando ingresaba en un hospital: “cuando a una le desnudan y le ponen un camisón, se desmorona toda tu personalidad. Dejas de ser tú misma y no eres capaz de reaccionar”. Bueno eso es lo que uno pueda sentir igualmente cuando tiene que recurrir a los demás para cubrir sus necesidades más elementales. Ahí los hijos se hacen necesarios, así como lo fueron los padres cuando nacieron, con la diferencia de que uno de mayor se es más o menos consciente. Retomando a la pregunta: “en qué me ha ayudado ser mejor en ser padre.” Pues no lo sé, lo que sí sé es que me ha permitido ser más SER, más persona.
Padre 10:
Ser padre me ha hecho ser más responsable a muchos niveles. El más obvio es que al decidir ser padre, asumí la responsabilidad de cuidar de otra persona. Y aunque hoy en día mucha gente lo confunde con tener una mascota, es mucho más complejo. Un niño requiere atención 24 horas al día. Y digo bien, 24. Incluso cuando estás dormido, tienes la responsabilidad de despertarte si tu hijo necesita algo y eso hace que el sueño cambie a un estado de semi-vigilia constante.
Además me ha hecho ser más responsable porque me ha hecho pensar más en las consecuencias de mis actos. Cuando no tienes hijos, puedes coger una mochila y marcharte a un sitio nuevo para buscar una vida nueva; pero cuando tienes un hijo, eso se vuelve mucho más complicado, porque buscas darle una estabilidad a tu hijo. También eres más consciente de en qué mundo van a vivir tus hijos, y buscas que sea el mejor posible. Esto, hoy en día, puede ser agobiante, porque el alcance que puedes tener para influir en el mundo es realmente muy pequeño.
Me ha ayudado también a mejorar mi paciencia (De pequeños por unos motivos, y cuando han crecido por otros), mi empatía (cuando un niño no habla, o cuando no quiere hablar, o cuando no sabe cómo compartir cosas, hay que intentar entenderle por lo que no dice, y por lo que siente) porque también hay que saber ponerse en su piel para entenderle y no ser duro, pero sin perder la vista de que debe saber que en la vida hay límites), mi inocencia (las navidades han vuelto a ser lo eran cuando yo era niño)…
Y esto puede ser un poco terrenal, pero también me han ayudado a ser más ordenado. Por un lado porque para cuidar de un bebé, y luego un niño, y luego un adolescente, tienes que ajustarte y prever muchas cosas con tiempo, y cuando hay algún imprevisto no puedes dejarlo para luego, hay que resolverlo inmediatamente, y eso requiere organización. Por otro lado, ser organizado es algo tengo claro que es bueno, y que deseo transmitírselo a ellos, y la mejor forma de transmitirles organización es siendo un ejemplo de ello. O en mi caso (porque para ejemplo de organización ya tienen a su madre que es mil veces más organizada que yo) no siendo un ejemplo de desorden.
Por último, y lo más importante, me ha enseñado a amar incondicionalmente, de una forma que es difícil de explicar y de entender si no lo has vivido. Tener a alguien al que quieres más que a ti mismo, y para el que deseas todo lo mejor del mundo, pero sabiendo y teniendo claro que tiene su propia vida. Alguien para el que realmente estarás ahí siempre que lo necesite.
Padre 11:
Ser padre me ha supuesto:
El acto más narcisista que imaginarse pueda (porque instintivamente vas buscando clones de ti mismo) pero que produce justo lo contrario: abrirse a personitas que se parecen algo a ti, sí, pero que son totalmente diferentes y eso en ocasiones no es fácil, pero es fantástico
Asombro, asombro y asombro: es increíble crear vida, yo, que soy incapaz de casi todo; es increíble verles crecer, tomar decisiones, enfrentarse a problemas y, además, cada uno de forma diferente.
Me dicen, y lo compruebo con el calendario en la mano, que hubo unos años de mi vida sin ellos. No sé cómo era ni lo que hice. No me imagino sin ellos.
Comprender, ahora que se van haciendo mayores, que no soy el jefe, que en tantas cosas son mis iguales y que, a veces, tengo que dejarme ayudar por ellos. Para un perro mastín leonés como yo, es como darle la vuelta a un calcetín.
Entendí qué coño es eso del amor paterno un día, hace muchos años, paseando con uno de mis hijos por el Campo Grande: era pequeño, daba un paso adelante y tres para atrás. Yo soy hiperactivo. O sea, que el amor era eso: ir al paso de él, no al mío. No siempre lo logro, aunque lo intente (no siempre).
Alegría, alegría y alegría. Del corazón. Ellos son la única aportación significativa de mi vida; el resto, es un pasar el tiempo de modo más o menos divertido.
Padre 12:
Hola:
Como ya te imaginas lo que puedo escribir tiene un gran componente subjetivo. Uno piensa que le ha hecho mejor aquello que de forma natural no haría pero por ser padre lo hace y con el tiempo descubre que ha estado bien que así fuera. Ahí van algunas intuiciones mal expresadas. Espero que te sirvan de algo.
Aprender a esperar y a pausar el tiempo. El tiempo de la paternidad necesita dialogar permanentemente con los contratiempos. Mi tendencia a medir el tiempo desde la planificación previa contrasta con los tiempos imprevistos, los acontecimientos inesperados y las “crisis” sobrevenidas propias de la vida familiar. Esas rupturas del tiempo finalmente permiten entender el tiempo como algo que no me pertenece. A la vez me hace ver que mi obsesión por planificar todo cierra puertas al flujo natural de la vida. El tiempo es muy valioso y aceptar que el otro, al que llamo hijo o hija, tiene derecho a apropiárselo, sin condiciones, supone un desajuste. El tiempo no es mi propiedad exclusiva, es el espacio de encuentro, abierto a las necesidades y a mil incertidumbres. El tiempo pasa a ser visto de esta forma más como una ofrenda que como una posesión.
Ver a todos los jóvenes vinculados a sus familias. Trabajo con muchos jóvenes y ser padre me ha ayudado a ver que siempre hay unos padres detrás de cada uno de ellos. Los más disruptivos despiertan en primer lugar una alerta y tiendes a ponerles límites y corregir su conducta. Con el tiempo he aprendido a hablarles de sus padres y a explicarles lo que estos pueden sentir ante su actitud. Me sorprende descubrir que es un diálogo más eficaz. Incorporar en el diálogo con ellos su realidad familiar como experiencia de amor me permite avanzar más con ellos. En otros ámbitos también me ayuda ver a la gente desde sus vinculaciones familiares y hablar desde ahí. Todo adquiere otros matices.
Aprender a escuchar. A medida que crecen y tienen que tomar decisiones es cuando más ganas tengo de decirles lo que tienen que hacer. Sin embargo, voy descubriendo que es cuando debo dejar de hacerlo. Eso supone abrir otras posibilidades de diálogo, normalmente más fecundas y que permiten conocernos mejor. Ya no se trata de dar consejos sino de descubrir juntos posibilidades.
Lo cierto es que hay un crecimiento que no sería pensable sin la experiencia de ser padre. Sin embargo uno siempre piensa que no ha estado a la altura, percibe muchas deficiencias y descubre numerosos errores. Ese quizás sea otro sorprendente aprendizaje: Saber que no estás a la altura y a la vez saber que vas a seguir intentándolo. Esa experiencia me parece fundamental.
Muchas veces he dicho en público que las luchas políticas y artísticas que uno emprende lo hace también porque tiene hijos. No porque uno aspire a que sus hijos sigan un camino similar sino porque quiere dejarles en herencia que uno no se conformó con las injusticias. Cada año lo digo con más convencimiento.
Abrazos
Padre 13:
¿En qué te ha hecho mejor ser padre? Cómo nos ayuda a crecer, a ser mejores:
Quizá la frase resumen sea que es una escuela de aprendizaje constante.
Saca lo mejor de ti mismo… y a veces lo peor.
Te ayuda a:
- Redescubrirte. Te hace evidente cómo eres en realidad, mostrándote aspectos que has conseguido cambiar en positivo de lo vivido como hijo y que no querías repetir, pero otros en los que caes, repites y puede que hasta lo hagas peor.
- Actualizarte. Cambiar formas de actuar, definir otras que no habías pensado, pues los tiempos, las relaciones padres hijos cambian. Además van creciendo y por tanto la relación con ellos también cambia “obligándote” a escuchar sus argumentos y necesitando pararte para ver la mayor o menor coherencia de mis actitudes y comportamientos.
- Crecer en humildad. Hacen evidentes fallos claros, errores, incoherencias… y no queda otra que pedir perdón y tratar de no caer otra vez, o … al menos intentar no hacerlo tanto.
- Madurar/Crecer. Para tratar de dar solución, respuesta, ayuda a sus momentos vitales, inquietudes, preocupaciones. Sabiendo que nunca llegarás del todo. Reinventándote en algunos aspectos, o al menos deseando hacerlo.
- Continuar aprendiendo a poner límites sanos. Pues requieren nuevas formas de diálogo, son conscientes de sus derechos, a veces no tanto de su obligaciones. Tratan de vernos como iguales y no lo somos. Esa tensión entre lo que es dialogar y lo que conlleva decidir como padre no es ni evidente, ni estable en el tiempo.
- Querer y sentirte querido. Quererlos como son, a pesar de los malos momentos. Y sentirte querido a pesar de mis malos momentos.
Dinamismo puro, escuela de aprendizaje continuo.
Padre 14:
Contando ya con 64 años, tras 43 años junto a mi maravillosa esposa, que Dios la tenga en su gloria, siendo padre y abuelo de unos hijos y nietos magníficos —un regalo del Señor—, después de una vida plena y con una felicidad duradera, daré algunas pinceladas a la pregunta: ¿En qué me ha hecho mejor persona el ser padre?
1. Creo profundamente que Dios, en su infinita misericordia, nos dota a todos con bienes materiales, intelectuales y espirituales para transitar felices por este mundo pasajero, en peregrinación hacia la vida eterna. Como administradores del Reino, disponemos de estos dones a modo de semillas que deben desarrollarse (al igual que nos enseña la parábola de los talentos). Hemos de cuidar nuestra vocación para que dé fruto, y fruto abundante. Se trata de multiplicar la riqueza que nos brinda el Creador, para así transmitirla a generaciones posteriores. Siempre en vistas al bien común: «Tu bien también es mi bien».
2. Aterrizando en la cuestión planteada, la vocación de ser padre conlleva acompañar y educar a tus hijos, desde su concepción hasta el último día de tu vida. Ciertamente, hay niveles de responsabilidad diferentes, según las distintas etapas en la vida.
3. El ideal es emplearse amorosamente y con dedicación a esa tarea, lo cual implica desarrollar muchos valores y virtudes, so riesgo de que ese acompañamiento esté lleno de indiferencias y sinsabores. Por tanto, ejercer de padre con alegría, agradecimiento, dedicación y amor supone un crecimiento personal de carácter emocional, intelectual y espiritual que se ha visto reflejado en mi crecimiento como persona.
4. En el don de la paternidad he encontrado el camino concreto de santidad que Dios ha querido para mí, y, de forma respectiva, para mi querida esposa, que se nos ha adelantado en el camino hacia el Padre eterno del cielo.
5. Haber contribuido a la educación y cuidado de mis cuatro hijos, un horizonte trascendente puesto en el Señor, ha ayudado a que mi vocación paterna se desarrolle con sentido, redundando en beneficio de mi familia en general.
6. Dicen que tener un hijo es un tesoro. Como regalos del Señor, mis hijos y mis nietos me han enriquecido en todos los sentidos, de tal modo que siento que Cristo me ha devuelto el ciento por uno, como también promete el Evangelio de la esperanza.
Padre 15:
Hola Diego. Muy interesante esta idea. Puedes incluir mi respuesta anónimamente en el artículo si te parece que aporte algo.
¿En que me ha hecho mejor ser padre? Creo que la paternidad implica que exista otro que depende de ti. Esta experiencia a veces se vive conscientemente y otras veces, se vive negligentemente o se evita. Y tiene grados. O simplemente se niega (soy padre pero vivo como si no, o no me hago cargo de lo que significa: o rechazo al hijo -esto también tiene grados- ).
Cuando uno niega una paternidad que ya existe pues es cuando se hace el mayor daño al hijo. Otra situación diferente es la del miedo a la paternidad y por tanto: elijo no ser padre para no asumir esa situación existencial, emocional, material… de que otro depende de mi.
Asumirla trae grandes beneficios. En mi experiencia particular creo que me ha ayudado a prestar más atención a lo importante. Ser padre te hace ser mucho más eficiente en a qué dedicas tu tiempo. Es un impulso a ser mejor persona en muchos sentidos: porque eres consciente de que lo que más transmite a tu hijo es quien eres, no lo que dices. A los hijos no se les puede engañar con apariencias. Saben lo que es importante para uno porque lo ven en tu vida. A mí, mi hijo me ha hecho más coherente. No haberlo tenido me habría supuesto vivir en una mayor “oscuridad” (lo escondido, aquello que nadie ve, o que parece no tener un impacto más que en uno mismo… Se cuida menos). Con los hijos nada está escondido, incluso aunque ellos no sepan poner palabras a lo que pasa, de alguna forma les influye y lo perciben.
Me parece que cuando uno crece, cuando se hace adulto, si uno no tiene la oportunidad de ser padre o elige no serlo, se pierde algo muy valioso: saber que aunque uno haga todo lo que pueda, es muy limitado, y puede hacer daño a otro vulnerable. Esa imperfección, que nos hace ser más misericordiosos… nos hace más humanos.
Ser padre me ha hecho mejor porque me ha ayudado a conocerme más a mi mismo, a descubrir lo que es más importante en la vida (p.ej., a relativizar ciertas comodidades) y me ha hecho descubrir que tengo mucha más capacidad de querer y sacrificarme por otro de la que pensaba en lo que es no comer, no dormir, no elegir lo que me apetece, ver otra cosa en la tele, poner otra cosa en la radio… Sigo?
Padre 16:
Buen día!
Ahí va una mini reflexión... por si ayuda o inspira.
Abrazo
Ser padre me ayuda a ser hijo .
Una de las primeras reflexiones que me regaló la paternidad fue tomar consciencia de que soy hijo y con ella mi experiencia de amor recibido, de cuidado y espacio seguro. Ser querido. Siento que doy el amor que recibí .
Cuando abrazo a mis hijos, cuando ellos me abrazan o besan (aunque su adolescencia ahora empiece a marcar distancia) siento recibir un Amor que trasciende. Un amor que me habla de incondicionalidad, de cada día cuenta y cada día empieza todo .
Pero mi experiencia de amor es limitada e imperfecta. La paternidad me enseña a vivirla como decisión que se toma todos los días.
La paternidad me habla del amor del Padre que espera siempre... y que sale al encuentro incondicionalmente del hijo, venga de donde venga.
Padre 17:
Ser Padre me ha ayudado a ser más paciente, menos egoísta, a luchar por mis hijos, su educación. A tener un motivo más por el que luchar. A transmitir los valores que uno tiene y que vienen trasmitiéndose de generaciones anteriores. A ser constante, luchador y no tirar la toalla en situaciones que sin hijos la hubiera tirado, a ser más responsable, a luchar por un mundo mejor para que a ellos les quede lo mejor. En abrirme a gente con otras ideas, por ellos.
En no pensar solo en uno mismo. En ampliar mi capacidad de sacrificio. En ganar en tolerancia. En pensar más en las repercusiones a futuro de nuestras actuaciones, de nuestra forma de vida….
No es muy extenso y tampoco estoy yo hoy muy lúcido, pero me he acordado ahora.
Espero llegar a tiempo y que te aporte algo para tu artículo…
Un abrazo!!!
Padre 18:
¿Qué me ha hecho mejor ser padre? Ser padre me ha implicado en una tarea y responsabilidad que exige formarse. Esta formación ha supuesto un proceso de desarrollo personal que me ha ayudado a conocerme a mí mismo y descubrir cuáles son mis necesidades, fortalezas y virtudes con objeto de poder servir de referencia y ayuda.
El hecho de ser padre me ha hecho mejor persona o me ha ayudado, entre otros, en los siguientes aspectos: Salir de mí mismo y abrir mi vida a los demás. Mejorar la capacidad de dialogar y llegar a acuerdos. Entender y ayudar a otras realidades familiares. Gestionar las emociones y respetar otros ritmos de desarrollo personal. Saber esperar y dar su justo valor a las cosas. Mostrar confianza en los hijos y trabajar para ganarme su confianza. Asumir ciertos principios, ejercitar valores y ser coherente.
Padre 19:
Diego, no sé si llego a tiempo pero te contesto: ser padre me ha hecho mejor sin duda. Siendo multitarea, renunciando a lo intranscendente, ampliando la capacidad de querer, aceptando que mis hijas sean diferentes a mis expectativas,… En fin, lo típico.
Padre 20:
Mi hijo está diagnosticado de TDAH y eso me ha ayudado a darme cuenta que algunas conductas también las tengo yo. Además de eso, te haces más abierto, tolerante, en la medida en que vives preocupado por una persona y valorando lo que esa persona es y piensa y cree y hace, en el fondo te lleva a que esa apertura de miras se traslade al resto de tu mundo y funcionas de esa manera. Rarezas y manías se te quitan porque no te queda más remedio y eso no deja de ser parte de un aprendizaje y parte de un crecimiento.
Padre 22:
¿En qué me ha hecho mejor ser padre?
Te escribo con la libertad que da el anonimato…
En sentido. Querer ser padre nace del amor y la esperanza del corazón. Del amor que tienes la necesidad de compartir, como un impulso vital y vocacional. De la esperanza de poder hacer algo bueno en tu vida.
En identidad. Cuando eres padre, te sientes especial, es como si hubieras subido de categoría, un hijo te hace importante, sientes cierto orgullo y a la vez te sientes sobrepasado porque tampoco sabes muy bien cómo es posible. Es un hecho que te sobrepasa y remite a una colaboración con Alguien que nos (madre-padre) bendice.
Surge un instinto de protección evolucionado de la pareja a la familia que por un lado te exige ser más adulto ordenando tus deseos, aficiones, actividades para poder comprometerte en el cuidado de otros.
En el matrimonio. Tener hijos obliga a trabajar en equipo con su madre y ser fiel a tu esposa. Apoyando las tareas, compartiendo obligaciones y gestionando conflictos. A muchos nos hemos oído decir que no habían discutido con su mujer hasta que vinieron los hijos.
Gestionar los distintos pareceres en la educación de los hijos obliga a dialogar mucho, a veces con sentimientos dolidos y enfrentados. Se aprende a consensuar un punto de encuentro, a ceder, a tomar las riendas cuando la madre se rinde y alegarte por tu pareja cuando tú como padre tienes momentos de debilidad. Por encima de quién tiene razón, o es más fuerte, aprendes a ceder por un fin mayor: la unidad del matrimonio y el amor a nuestros hijos, el sacramento que hace visible el amor de Dios.
Fortalece la unión y la complicidad en tu matrimonio las órdenes tienen que ser las mismas, no replicar a tu mujer delante de tus hijos, no dar una contraorden a tus hijos que tu mujer haya dado antes. Si tus hijos aprecian esto y dicen es que tú siempre dices lo que dice ella…la cosa va bien. Los hijos serán el tema de muchas conversaciones, de mucho tiempo en común discerniendo qué es lo mejor para…, cómo podemos ayudar en…, y cuándo no se sepa decir más, en rezar juntos por…
En crecer como persona. Ejercer la autoridad implica predicar con el ejemplo, trasmitir una serie de virtudes conlleva ponerlas en práctica. Anunciar la fe en Dios e iniciar esa relación en tus hijos se tiene que practicar de manera convencida, coherente y junto a otros con los que tus hijos puedan convivir en ambiente cristiano.
A veces los hijos llevan al límite nuestra firmeza, ponen a prueba nuestra paciencia, hay que tomar decisiones, asumir riesgos y retos. Ser valiente. Esta “violencia” hace crecer.
En ser generosos. El amor que se da a los hijos no lleva cuentas, se entrega y punto. Gratuitamente. En tiempo, en material, en confianza, en perdón, en libertad…y aprendes a asumir decepciones y frustraciones que no entiendes, pero por encima del dolor causado, se atisba la esperanza primera a la que uno se agarra y sale fortalecido.
En humildad. Ser padre, te reconcilia con tus padres. Muchas veces de joven pensabas en que tú lo harías mejor respecto a tus padres y luego te ves cayendo en aquello que tú te escandalizabas. Es una cura de humildad y un profundo sentimiento de disculpa y comprensión hacia el pasado de tus padres. Y de perdón hacia tus hijos por las heridas que puedas dejar en ellos.
A veces, ya no puedes, ni sabes cómo ayudar y tienes que pedir ayuda. Hacen falta abuelos, tíos…familia; profesores, sacerdotes, parroquia…comunidad y amigos; para acompañar y enriquecer con otros modelos. Otras, si realmente queremos sacar a nuestros hijos de una situación difícil, no podemos esperar a que algunos problemas de fondo se solucionen con el tiempo y hay que pedir ayuda profesional.
Uno se alegra con la identidad propia de sus hijos. Un hijo no es un alter ego, ni una proyección de nuestros deseos y proyectos. Los hijos no nos pertenecen. Les custodiamos hasta que no necesitan más que el amor que quieran acoger y entregar. Hay que reconocer que son mejores que uno en muchos aspectos, que saquen mejores notas, que con el tiempo te ganen al tenis o al ajedrez, etc.
Profundizas en la fe, un hijo con sus debilidades y desplantes caprichosos te delata a ti en tu relación con Dios. Muchos de los comportamientos que corriges a tu hijo, te interpelan y te sorprendes pensando yo hago lo mismo con Dios.
También Dios se te revela, empiezas a entender que la misericordia y el amor paciente que tú tienes con tu hijo será parecido a la bondad de Dios con la humanidad. La paciencia y los tiempos de Dios se manifiestan acompañando los procesos de evolución y maduración de nuestros hijos.
Después, con el tiempo, todo se relativiza, podemos incluso hacer uso del buen humor y reírnos del ridículo que hicimos, quitarle importancia. Además, siempre están las fotos donde hay un montón de momentos sonrientes y divertidos. La memoria que es muy sabia al final hace un balance positivo: merece la pena.
Comentarios
Publicar un comentario