Entradas

Tragicomedia de los Aglutinassi y los Desapegatto (y II)

Imagen
                   En el artículo anterior dejábamos a Romeo Aglutinassi y Julieta Desapegatto comenzando su conflicto en la preparación de su boda. Provienen de familias muy diferentes, los Aglutinassi son una familia superunida. Los Desapegatto van un poco cada uno a lo suyo. Julieta no soporta la mínima intromisión de nadie que no sea Romeo en las decisiones sobre cómo celebrar su matrimonio. Eso es interpretado por los Aglutinassi como un desprecio descomunal a toda la familia y presionan a Romeo para que haga que Julieta ceda y se deje aconsejar por los Aglutinassi respecto de detalles concretos de la boda. Romeo empieza a verse entre la espada y la pared. Quiere a Julieta, pero le pesa como una losa la lealtad a los Aglutinassi. Trata de hablar con ella, pero ella le ve falto de carácter respecto de su familia de origen. No sabe imponerse y eso, para un Desapegatto es de las peores cosas que te pueden pasar, porque están acostumbrados a sacarse las castañas del fuego.          

Tragicomedia de los Aglutinassi y los Desapegatto (I)

Imagen
Son dos familias muy diferentes, que no es que se lleven mal como los Capuleto y los Montesco de Romeo y Julieta, sino que son radicalmente distintas. Los Aglutinassi son una familia unida, siempre lo han sido. Pasan mucho tiempo juntos. Se reúnen todos los domingos a comer y quedan alguna vez más entre semana. Tienen sus propios rituales, muy marcados. Siempre han celebrado las cosas de la misma manera y les encanta no variar. Como alguien proponga una pequeña variación en la forma de celebrar la Nochebuena, inmediatamente todos se le echan encima. Lo pasan como enanos recordando momentos en común. Se cuentan todo unos a otros, los pequeños avatares de la vida y las grandes decisiones a las que se enfrentan. Se dan consejos mutuamente, aunque no se los pidan, pero es su forma de decir al otro que me importa, que le tengo en cuenta. Conocen el estado de ánimo de cada miembro. Cuando un Aglutinassi enferma, recibe el cuidado y la atención del resto de los miembros. El dolor de uno l

Cuando la enfermedad visita a la pareja

Imagen
  El impacto de una enfermedad en una pareja trastoca de forma clara la síntesis entre intimidad y autonomía a la que una pareja o matrimonio ha llegado a lo largo de su recorrido vital.  Si pudieron hacer esa síntesis como pareja desarrollando las herramientas necesarias para conseguirla, es posible que en medio de la enfermedad puedan realizar los ajustes adecuados que la enfermedad requiere y que pueden ser cambiantes a lo largo de su evolución. Para ello es imprescindible entender que la enfermedad no es incompatible con el amor. Que es posible el amor en medio de ella, no solo por parte del miembro sano, que se convierte la mayor parte de las veces en el cuidador principal, sino también por parte del enfermo, que no pierde su capacidad de entrega y de acogida. Una de las tareas que ayudan a realizar esa síntesis entre intimidad y autonomía es la de abordar de forma realista las expectativas que cada uno de los miembros de la pareja tiene acerca del otro y cómo se ven afect

El desastre de la compensación habitual

Imagen
     Casarse tiene sus inconvenientes. Es así. Eliges a una persona y desechas a otras. Esa persona tiene sus defectos. Esos defectos a veces te hacen sufrir. No siempre los llevas con alegría. Hay veces en las que te sientes poco correspondido, cuestionado, abandonado, solo, dominado, criticado, rechazado o controlado. ¿Qué pasa cuando te sientes así? ¿Qué haces? ¿Cómo reaccionas ante tu propia reacción? Una manera desastrosa es la compensación habitual.      Partamos de que en la relación no es raro que busques un cierto equilibrio entre lo que das y lo que recibes. Estás dispuesto a dar apoyo al otro en sus dificultades y esperas cierto apoyo del otro cuando te vienen mal dadas. Estás dispuesto a dar afecto al otro y esperas cierto afecto del otro. Si te dedicas a medir, contar, calcular lo que das y lo que recibes, el matrimonio no llega a ningún lado. Pero lo normal es esperar que el matrimonio sea una especie de “toma tú y dame a mí”.      A veces percibes que se rompe ese equili

Treinta y siete pequeñas maneras de estorbar

Imagen
     Una vez leí un hermoso texto de José Luis Martín Descalzo titulado Veinticuatro pequeñas maneras de amar, muy recomendable, por cierto. En él desgranaba de forma amable y concreta, veinticuatro maneras de amar a los que están a nuestro alrededor. Como yo no llego a la altura de Martín Descalzo ni de broma, me cuesta escribir algo parecido a eso. Pero, sin embargo, no me resulta demasiado difícil hacer una lista de las maneras de estorbar que tiene la gente.  Aquí van treinta y siete:  Aparcar el coche en la calle o en un aparcamiento ocupando dos plazas. Hablar, hablar y hablar sin escuchar. Pararse en medio del pasillo en el supermercado con el carrito cruzado impidiendo el paso al resto de clientes. Ceder a todos los caprichos de los hijos. Caminar cambiando de dirección de golpe sin mirar si viene alguien por detrás. Ir con el paraguas abierto por los soportales en día de lluvia. Regalar un móvil a un niño por su primera comunión, es decir, con 8 años. Usar cacharros en la co

¿Quién quiero que me influya?

Imagen
Influir, “ejercer predominio, o fuerza moral” según la RAE, es algo que pretenden la mayoría de los padres sobre sus hijos, los profesores sobre sus alumnos, los médicos sobre sus enfermos, los psicólogos sobre sus pacientes, los curas sobre sus feligreses, los gobernantes sobre sus gobernados, los maridos sobre sus mujeres y viceversa, los medios de comunicación sobre sus seguidores... De hecho, se le suele dedicar bastante esfuerzo a cómo influir: cursos de formación sobre persuasión para sanitarios, escuelas de padres, cursos de oratoria, masters de comunicación política… Se escriben libros, se graban vídeos y audios, se hacen entrevistas a personas que saben del tema, buscando la respuesta a la pregunta de cómo influir más y mejor. Lo normal es que tratemos de influir a nuestro alrededor y que nos preguntemos cómo hacerlo. La capacidad de influir genera poder y el poder, como dice Armando Zerolo en su libro Época de idiotas, “está en la naturaleza humana y gran parte de la tr

Elogio de la pausa

Imagen
     Me gusta el fútbol. No me paso el día viendo partidos, ni me cojo un cabreo monumental cuando pierde mi equipo, el Valladolid, pero me gusta el fútbol. Algunos de los recuerdos más nítidos de mi infancia están ligados al fútbol: aquel balón lanzado por Platini que se cuela por debajo de Arconada en la final de la Eurocopa del 84. El 12 a 1 contra Malta. El penalti fallado por Eloy contra Bélgica en el Mundial del 86. O en el ámbito local, la Copa de la Liga ganada por el Valladolid en el 84 o la final de la Copa del Rey perdida en el 89.      Esos son los de la infancia. Pero hay un recuerdo que destaca sobre todos los demás, un recuerdo más cercano: el Mundial de Sudáfrica en 2010, cuando fuimos los mejores. Y un momento clave: el gol de Iniesta. La tensión previa al remate, los saltos de alegría cuando el balón llega a la red, los abrazos, los nervios hasta que terminó el partido… Inolvidable.      Tiempo después escuché a Iniesta contar en un documental cómo vivió aquel instant