El desastre de la compensación habitual

    Casarse tiene sus inconvenientes. Es así. Eliges a una persona y desechas a otras. Esa persona tiene sus defectos. Esos defectos a veces te hacen sufrir. No siempre los llevas con alegría. Hay veces en las que te sientes poco correspondido, cuestionado, abandonado, solo, dominado, criticado, rechazado o controlado. ¿Qué pasa cuando te sientes así? ¿Qué haces? ¿Cómo reaccionas ante tu propia reacción? Una manera desastrosa es la compensación habitual.

    Partamos de que en la relación no es raro que busques un cierto equilibrio entre lo que das y lo que recibes. Estás dispuesto a dar apoyo al otro en sus dificultades y esperas cierto apoyo del otro cuando te vienen mal dadas. Estás dispuesto a dar afecto al otro y esperas cierto afecto del otro. Si te dedicas a medir, contar, calcular lo que das y lo que recibes, el matrimonio no llega a ningún lado. Pero lo normal es esperar que el matrimonio sea una especie de “toma tú y dame a mí”.

    A veces percibes que se rompe ese equilibrio entre dar y recibir, puede que de forma puntual o durante una temporada. Que eres tú el que está dando y el otro no. Que el otro se ha alejado por alguna circunstancia: trabajo, preocupaciones, los hijos… Que no cuenta contigo para tomar alguna decisión. Que se pasa controlando. Que no te hace demasiado caso. Que físicamente ya no le atraes. Que te reprocha todos tus defectos. Que te deja toda la tarea a ti solo.

    Y entonces te invade una cierta sensación de soledad. O de no ser tenido en cuenta.  O una sensación de ser tratado como menor de edad. O una sensación ser poco atractivo. O una sensación de abandono. Y esa necesidad de ser querido se ve vulnerada o insatisfecha. Y sufres. ¿Qué haces con ese sufrimiento? He aquí la madre del cordero. 

    Puedes decidir afrontarlo, sentar a tu pareja y decirle: “mira, veo que nos está pasando esto, me siento de esta manera, creo que debemos cambiar esto, necesito tal cosa…” A lo mejor te cuesta hablar de cómo ves las cosas y de cómo te sientes. Quizá la conversación sea tensa. Es posible que el otro vea las cosas de forma diferente o te suelte algún reproche. Puede que acabéis discutiendo. Es una posibilidad.

    Puedes decidir no decir nada. Callarte. Y buscar compensar el sufrimiento que te ocasiona la situación por otra vía. Y decides dedicarte a jugar al móvil o a la play. O volcarte en tu trabajo. O quedar con tus amigos. O guasapear con una compañera de trabajo. O darte un capricho que llevabas tiempo posponiendo. O dedicarte de lleno a un hobby que ya tenías.

    Lo haces en la esperanza de sentirte mejor, de aliviar ese sentimiento, de equilibrar un poco la relación, de encontrar el reconocimiento que mereces. “Si la relación entre lo que doy y lo que recibo no está equilibrada porque el otro no me da lo que necesito, tengo que equilibrarla dándome yo aquello que creo que necesito”. Y lo complicas aún más cuando lo justificas pensando que es mejor eso que terminar discutiendo.

    No es que esté mal trabajar, jugar al móvil, guasapear con una compañera de trabajo o dedicarte a un hobby. Nadie podría echarte una bronca por hacer eso en alguna ocasión, parecen cosas tan pequeñas… Pero que sean cosas pequeñas no quiere decir que sea inteligente hacerlas. Porque, si se convierten en algo habitual, las compensaciones acaban siendo cada vez mayores, las situaciones que dan lugar a ellas son cada vez más pequeñas y frecuentes. Se acreciente la sensación del gran sacrificio que haces aguantando al otro y la necesidad de compensarte por ello. Donde esperabas encontrar calma y satisfacción acabas encontrando que la distancia en vuestra pareja es cada vez mayor. Vuestro amor se va apagando al tiempo que la distancia crece. Aparece ya la ruptura de la pareja, aunque sigáis estando cerca físicamente. 

    Antes de compensarte por algo que haya sucedido en tu pareja, procura afrontarlo directamente con el otro, háblalo, explícale cómo te sientes y qué necesitas. Arriésgate a una bronca.

Comentarios

Entradas Populares

Sueño con candados, anillos y cocodrilos

Treinta y siete pequeñas maneras de estorbar

El problema de espiritualizar el problema.

Tragicomedia de los Aglutinassi y los Desapegatto (I)